Sensación de pérdida de control sobre los acontecimientos diarios de su vida.
Sensación de no poder superar los problemas a los que se tiene que enfrentar en su vida cotidiana, de que no tiene fuerzas.
Necesidad incontrolable de evitar las responsabilidades importantes e incluso las pequeñas tareas rutinarias a las que anteriormente se enfrentaba sin dificultad.
Problemas físicos que no tiene una causa médica, como por ejemplo dolor de estómago, de cabeza, dolores en zonas musculares, etc.
Problemas para dormir, sensación de no haber descansado, insomnio, etc.
Descontrol con la comida.
Ataques de ansiedad o pánico: presión en el pecho, aceleración de la respiración y del ritmo cardiaco, sensación de que se va a morir, le va a dar un ataque al corazón.
Ha acudido en alguna ocasión a urgencias y le han dicho que no tenía nada médico, sino que era ansiedad o estrés.
Tiene miedos que no puede superar (hace tiempo que no es capaz de conducir, que no es capaz de coger el metro o ir a determinados lugares).
No puede superar acontecimientos dolorosos del pasado, pérdidas, rupturas, etc.
Ha perdido la confianza en los demás, no se siente unido a nadie.
Su día a día consiste en evitar las pequeñas responsabilidades cotidianas, al no verse capaz de afrontarlas.
Desea que la vida se acabe, quiere desaparecer.
Siente mucha ira, e incluso se muestra agresivo con las personas de su entorno.
Bebe o abusa de alguna sustancia.
Diariamente tiene pensamientos negativos: sobre los demás, sobre sí mismo o sobre el futuro.
Tiene problemas casi a diario con las personas cercanas de su entorno.
Cree o ha pensado alguna vez, o alguien le ha dicho, que le vendría bien pedir ayuda para volver a disfrutar de la vida
Etapa de la vejez
Atención y apoyo psicológico a los cuidadores de las personas dependientes